Un árbol de 40 frutos
Parece un sueño, pero no: un escultor y aficionado a la botánica ha “creado” árboles multifrutales, capaces de producir (la misma planta) ciruelas, duraznos, pelones, damascos, cerezas y almendras.
El proyecto, conocido como «Árbol de los 40 frutos», es una obra del escultor estadounidense Sam Van Aken.
Aunque no se trata estrictamente de una escultura, perfectamente podría considerarse una pieza de arte viviente.
El trabajo de este artista y aficionado a la botánica empezó en 2008, con el objetivo manifiesto de resaltar la belleza de la naturaleza. Lo hizo mediante sucesivos injertos en un patrón de Prunus, un género de árboles y arbustos de la familia Rosaceae, que incluye varias especies cultivadas principalmente por sus frutos, como el ciruelo, el cerezo, el almendro, el duraznero, el pelonero, así como otras especies que no producen frutos atractivos pero que se cultivan como ornamentales por su espectacular floración (el ciruelo de jardín, el Prunus Mumme o el cerezo Sakura, por ejemplo).
Lo que hizo Van Aken no es una novedad. Los injertos se practican desde hace muchísimo tiempo y cualquier aficionado a las plantas lo conoce. Se utiliza un pie o portainjerto (es decir la raíz y el primer trozo del tallo) con buenas características de sanidad y fortaleza y allí se le agrega una púa o yema de la planta que se quiere desarrollar. Lo llamativo de este proyecto es que fue planteado haciendo prevalecer la estética sobre la producción frutal. Mediante podas y después de varios años de trabajo, logró armonizar la estructura del árbol, que es realmente espectacular, y combinar los tiempos de floración para lograr un individuo asombroso.
El injerto o la reproducción por esquejes son dos formas de propagación asexual de las plantas. El producto es una planta exactamente igual a la planta madre (es un clon). La otra manera de reproducir las plantas es por semilla. Esta es una reproducción sexual similar a la humana y el resultado de esa semilla será una planta con características inciertas, ya que traerá la genética de sus antepasados (tal vez las mejores, tal vez no).
Los primeros registros sobre injertación se pueden obtener con la invención de la escritura, que se dio en la Mesopotamia (actualmente Irak y parte de Siria). Allí se obtuvieron registros en fragmentos de tablillas que hacen referencia a los injertos 2000 años antes de la era cristiana. También hay referencias a esta técnica de propagación en diversos textos bíblicos.
Obviamente, el injerto es posible en plantas del mismo género. Los cítricos, por ejemplo, pueden injertarse entre sí y es factible tener en un mismo árbol limones, mandarinas, naranjas, pomelos y otros cítricos. O también se puede injertar en un mismo pie de rosal variedades diversas y lograr un rosal con flores de distintos colores.
Son muy pocos los productores que desarrollan estas plantas multifrutales, pero hay infinidad de aficionados que han logrado resultados notables con injertos de toda clase de plantas.
En nuestro vivero solemos trabajar algunos árboles que producen frutas distintas en el mismo individuo: de damasco y ciruelo amarillo, de damasco y ciruela roja y de durazno, damasco y ciruela roja.
 
 
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